Estimados seguidores,
Algunos de ustedes me conocen desde hace tiempo, quizás desde mis inicios en el deporte y mis primeras competencias. Otros, en cambio, han comenzado a seguirme recientemente gracias a mis logros actuales. Independientemente de cuándo llegaron, puede que haya aspectos de mi historia que aún no conozcan, y les agradezco su interés por saber más sobre mí. Seguramente se estarán preguntando: ¿Cómo empezó todo esto para mí? y¿Qué es lo que me motiva a seguir adelante?
La respuesta tiene un claro responsable: mi papá 😄. Desde que tenía aproximadamente cinco años, él me llevaba a las montañas, y juntos subíamos las faldas del Ruco Pichincha. Fue en esos momentos cuando comenzó a despertarse en mí una curiosidad y fascinación por los recorridos en la naturaleza. Sin embargo, a nivel competitivo, creo que todo comenzó con una de mis primeras competencias: El Rastro del Volcán en el 2018.
Esta carrera, organizada por Sierraloma, partía desde el Refugio Ecológico El Molinuco y tenía dos distancias: 5 km y 10 km. En aquel entonces, las competencias de este tipo eran principalmente para adultos, pero en esa ocasión se permitió la participación de menores de 16 años, siempre que fueran acompañados por un adulto. Así que mis papás me inscribieron en la distancia de 5 km y mi papá corrió a mi lado, mientras que mi mamá participó en los 10 km.
Aunque han pasado casi ocho años, lo recuerdo como si fuera ayer (bueno, al menos algunas partes 😁). Todavía puedo sentir la adrenalina en la línea de salida. Había otros dos niños junto a mí, lo que me emocionó porque no era la única, pero también despertó mi espíritu competitivo…¡no quería quedarme atrás! En cuanto sonó la señal de partida, salí a toda velocidad. Como consecuencia: 500 metros después, ya estaba jadeando con la mano en el estómago porque no estaba respirando bien. El resto del inicio es un poco borroso en mi memoria, pero sí recuerdo que la mayor parte del primer kilómetro fue sobre empedrado.
Luego entramos al trail y, tras caminar un rato, logré recuperarme. Mi papá y yo seguimos corriendo hasta que, después de varios minutos de avance entre senderos, llegamos a un río que debíamos cruzar con ayuda de una soga. Apenas mis pies tocaron el agua, sentí un frío helado que me hizo sentir fatal 😖. Aun así, nos detuvimos a tomarnos una selfie y eso me animó un poco a seguir adelante.
Inmediatamente después vino una subida con gradas. Mientras las subía, me tomé un gel energético que me habían dado por si lo necesitaba. Recuerdo muy bien que, a pesar de estar agotada, era feliz 😀. Sentía algo dentro de mí que aún no sé describir, pero que tal vez sea la respuesta a esa pregunta que todos nos hacemos en algún momento: ¿Por qué seguimos haciendo lo que hacemos?
El recorrido de casi 5 km estaba por terminar. En la bajada, tropecé y caí de golpe, lastimándome la mano. Se me escapó una lágrima 😢, pero la meta estaba cerca y no podía detenerme. Al salir del sendero cubierto de árboles, vi la meta... pero, para ser honesta, en ese momento lo único que me importaba era la ambulancia 🚑 estacionada en la esquina. Sólo pensaba en llegar rápido para que me curaran, temiendo que mi mano se infectara porque estaba llena de tierra y sangre.
Cuando llegué, me atendieron y me tranquilicé. Por un tiempo, no quise volver a correr. Sin embargo, poco después recordé aquella carrera y todo lo que sentí en el recorrido. Fue entonces cuando mi pequeña versión de mí misma tomó una decisión: Esto es lo que quiero hacer con mi vida. Claro que en ese momento no imaginaba las dificultades que vendrían en el futuro, pero cada obstáculo me ha dado lecciones de disciplina, resiliencia y paciencia.